Las declaraciones contra el Perú de los presidentes de México y Colombia, Andrés López Obrador y Gustavo Petro respectivamente, desinforman a pesar que sus ciudadanos son conscientes de la ideología que profesan y propósitos continentales que pretenden implantar como consigna ideológica; en cambio, el jefe de Estado brasileño, Luis Inácio Lula da Silva, se muestra más ambicioso y estratégico con los mismos fines impulsando el Unasur. Lula fue el último en asumir la presidencia, sabe escoger sus batallas y cómo afrontarlas. Por eso, no parece querer disputar el liderazgo del eje mexicano, colombiano contra el Perú, sino más bien operar como locomotora revitalizando un proyecto de integración continental. No necesita sumarse a la posición de López Obrador y Petro, pues al final “el pez grande se comerá a los chicos”.

Al interior, el empresariado mexicano ha expresado su disconformidad con la suspensión del comercio con nuestro país anunciada por su gobierno. A su vez,  Petro recibe acusaciones de recibir dinero ilícito en apoyo de la campaña electoral que lo llevó al poder. Dos golpes inesperados mientras opinan sobre asuntos internos del Perú. Como señala el periodista Andrés Oppenheimer, es incoherente la postura de López Obrador comparada con su trato afable al Presidente cubano Díaz-Canel. Líder del partido único que ejerce una tiranía de varias décadas. Por eso es necesario brindar una posición institucional, unitaria y sólida frente a lo acontecido el pasado 7 de diciembre de 2022: la sucesión presidencial (artículo 115 CP) tras el fallido golpe de Estado (artículo 46 CP).

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