Los que seguimos la política mundial identificamos la figura de portavoz del gobierno o vocero presidencial como la de un actor clave en las relaciones entre medios de comunicación y el gobierno de turno. Hoy por hoy Argentina tiene en el vocero del gobierno, Manuel Adorni, a un actor político impecable quien no solo transmite los mensajes del gobierno de Milei sino que responde políticamente a los periodistas vinculados a la mafia kirchnerista. Pero el día viernes, el gobierno de Dina Boluarte decidió presentarnos una mala copia del formato de vocero. Para empezar en Perú no existe el cargo de vocero presidencial o de gobierno, por lo que el señor que fue presentado como tal no es más que un trabajador del equipo de comunicaciones presidencial ¿Por qué la falta de legalidad sobre el puesto es clave? Porque sus respuestas representan las respuestas del gobierno y la presidenta. Cualquiera de ellas puede generar conflictos políticos, incluirse en procesos de investigación fiscal o en procesos de control político. Piensan que el rol de vocería es solo leer la poca agenda que cumple la mandataria y no responder políticamente sobre los hechos, denuncias o preguntas de la prensa. Se confirma que Adrianzén y Boluarte no pueden mantener una relación directa con la prensa, exactamente lo que pasaba con Pedro Castillo. La PCM ha servido como el espacio natural de vocería política de los gobiernos, pero hoy con Adrianzén el peso de la PCM se ha desplomado. Toca observar cuántos días aguantará el gobierno con esta mala copia ¿Podrá el vocero responder por los Rolex, el endeudamiento fiscal, la propuesta de aumento de impuestos, los casos que vinculan a Nicanor Boluarte y las próximas denuncias? No lo creo, este experimento terminará peor.