Los equipos de trabajo con diversidad racial, cultural, de género, tienen mejores resultados en todo sentido. De acuerdo a un estudio de la consultora McKinsey del 2015 (), las compañías que tienen diversidad étnica y racial logran resultados financieros 30% por encima de la media de sus respectivas industrias. Además, las compañías con mayor paridad son 15% más efectivas.

Sin embargo, debemos buscar la diversidad por mucho más que un resultado económico. Se trata de una necesidad humana: nos hace más empáticos, creativos y por ende, más felices.

La diversidad en los grupos puede ser difícil. Implica diferentes visiones sobre un mismo tema, producto de las diferentes vivencias de cada integrante y los sesgos o prejuicios que todos tenemos. Para disfrutar de la riqueza de formar parte de un grupo humano diverso, necesitamos practicar y enseñar empatía desde pequeños.

La empatía es una vivencia. No es un asunto teórico que se pueda enseñar solamente en un salón de clase. Para que los niños la aprendan, necesitamos compartir con ellos experiencias diversas, atrevernos a sentir y a procesar nuestras emociones en voz alta. Es decir, tenemos que salir de nuestra zona de confort y conversar sobre lo que vivimos con libertad.

Recordemos que los adultos somos los que llevamos capas de capas de prejuicio sobre prejuicio. Prestemos atención para no proyectar nuestros sesgos o experiencias en los niños y adolescentes.

El privilegio de acompañar a un niño a descubrir la vida, es una oportunidad para que nosotros re-aprendamos. Por eso, en vez de cerrarnos y evitar situaciones que nos han sido difíciles en el pasado, seamos valientes y démonos una nueva oportunidad. Al experimentar con ojos de niño, procesaremos nuestras emociones y aprenderemos (mientras enseñamos) a tener empatía, cada vez con mayor profundidad.

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