En la recordada película “Rebelde sin causa”,  en la que brilló el célebre actor James Dean, se ve a dos automovilistas avanzando uno contra otro a toda velocidad en una competencia en el que gana el que está dispuesto a acelerar el auto hasta el final, o sea, a matarse, o a intimidar con que lo hará. A esto lo llamaban el juego de la gallina. ¿Por qué? Porque se interpretaba que el que se hacía a un lado era una gallina.

Traigo a colación esta película porque todos los días veo en el Congreso señales preocupantes de estar dispuesto a chocar, de destruirse antes que termine el juego. Sus escándalos, componendas, clientelismo y blindaje se dan a horario corrido.  Todo esto es contrario a su compromiso de servir a sus representados y obstaculiza la construcción de una democracia sólida. Hablar de luchar contra la corrupción y de servir al pueblo y hacer  descaradamente todo lo contrario es convertir el discurso en demagogia.

El Ejecutivo no se queda atrás. Para la presidenta Dina Boluarte parece que la prioridad absoluta no es arreglar la economía  o derrotar a la inseguridad ciudadana sino sacar provecho de sus priviegios y durar como sea hasta el 2026. Su reciente paseo a Europa, sin ningún beneficio para la gente, es una muestra de ello.

Por eso, los peruanos sienten deafraudadas las expectativas que tenían en ellos. No en vano, el 80% de ciudadanos rechaza a la presidenta de la República, según las últimas encuestas. Resulta sintomático que las mujeres y los sectores socioeconómicos C, D y E sean los que más la desaprueban. Al Congreso le va peor. El 85% de la población le da las espaldas. Lamentablemente, esto no es pasajero. Se está prolongando vaya usted a saber hasta cuándo.

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