El principal desafío del próximo gobierno será la reactivación económica. Una reactivación que incluya desde programas de apoyo empresarial como otros a las familias. La alternativa de “no hacer nada” podría ser “la más sana” desde la ortodoxia, pero resulta inviable en el contexto político de la región. La gente necesita un shock no solo de dinero, sino, sobre todo, de confianza en un Estado que esté más presente. En tal sentido, va a haber presión por aumentos del gasto público y por mayor déficit fiscal, el cual ya viene caliente al haberse disparado del 1,4% del PBI en 2019 al 8,4% en 2020.

Y aquí se abren solo tres posibilidades: aumento de impuestos, endeudamiento público o emisión monetaria. El aumento de impuestos, en una economía con la crisis de la nuestra, podría replicar aquí el escenario de las protestas de Colombia, porque estaría en colisión con el propósito de la reactivación. De otro lado, sabemos por la economía de los ochenta adonde nos puede conducir la emisión monetaria en términos de inflación.

El endeudamiento externo, que anda por el 15% del PBI, puede resultar mejor ahora. Pues a pesar de que el endeudamiento público general anda por el 35% del PBI, sigue bastante por debajo del promedio latinoamericano. Chile anda por casi 40% y Argentina bordea el 90%. Eso daría tiempo para reactivar la economía en menor tiempo y poder repagar la deuda para dejarla incluso menor que la de ahora hacia mediados de la década.

En paralelo habrá que hacer una reforma fiscal que, además, se integre a otras reformas del Estado, muchas de ellas orientadas también a reordenar el gasto público. Pero, de entrada, habrá un impulso que financiar para retomar la estabilidad social necesaria para todo lo demás. Ninguna solución es perfecta, pero en tiempos de crisis, hay que explorar todo, con menos pasión política y más pragmatismo.

Eugenio D’Medina es parte del equipo técnico de Fuerza Popular