Algunos títulos nobles todavía perduran con el tiempo, esto gracias a que los propios habitantes de un determinado país se sienten orgullosos de conservar su rey, reina, princesa, príncipes, duques, etc. El gobierno español, por ejemplo, es una "Monarquía Parlamentaria", es decir, es una monarquía "coronada" donde el Rey es Jefe del Estado pero está totalmente desvinculado del Poder Ejecutivo. Este poder reside en el Parlamento español que recibe el nombre de Cortes Generales. Las Cortes son las que elaboran las leyes y se las proponen al Presidente del Gobierno.

Todo eso se podría resumir en la siguiente frase: "el Rey reina, pero no gobierna". En otras palabras, sin querer ofender a la nobleza, el rey se convierte en una figura decorativa, honorífica.

Vladimiro Montesinos, ese genio del mal que tuvo a los poderes del estado comiendo de su mano convirtió a Fujimori en una especie de "El Presidente figura pero no gobierna".

Todos sabemos que el poder de palacio de gobierno, en el decenio pasado, era muy débil y que las decisiones más trascendentales se tomaban en la salita del SIN o en el pentagonito. Debido a esto los probables aciertos del gobierno fujimorista perdieron valor y se redujeron a cero porque Montesinos aprovechaba estos aciertos para, soterradamente, inocular corrupción en toda la sociedad peruana. Por ello el fracaso.

Esa vieja práctica del monte-cinismo la han aprendido muy bien algunos personajillos que se encaraman detrás de algunas candidaturas y condicionan a las autoridades que se eligen posteriormente. Sí, estos vladimiritos, o ingresan a las administraciones de los gobiernos locales y regionales, para luego montar un andamiaje que mantiene a las autoridades atadas de pies y manos: El Rey reina pero no gobierna, al estilo peruano, sin respaldo legal ni un funcionamiento dentro del orden estatal; o si no están en la administración piden "su cuota de poder", introducen a sus recomendados en los órganos de gobierno, y en puestos claves, manejando desde la sombra el gobierno municipal. ¿Consecuencia? Nuestros pueblos son pequeños y las cosas se notan a la legua (porque encima son desenfadados; miran por encima del hombro, amenazan a los empleados, cambian personal, le cierran el paso a quien no les conviene, etc.). Los ciudadanos observan todo esto y la administración empieza a estar entre la espada y la pared. El gobernante desea actuar a favor del clamor del pueblo pero está inmovilizado porque aceptó un compromiso que lo mantiene secuestrado en su sillón.

¿Está pasando esto en los gobiernos locales de nuestra provincia? Hay visos de que por lo menos en uno de ellos sí. Por tanto conviene que la sociedad organizada le haga saber a la autoridad que tiene el respaldo en caso desee terminar con este mal, creándose la necesidad de intervenir a tiempo antes que germine la semilla de la revocatoria o las protestas populares que cuestan dinero, tiempo y retrasan el progreso.