En las últimas semanas hemos sido testigos de terribles tragedias en las carreteras peruanas. Los medios de comunicación presentan estos accidentes como situaciones individuales y separadas, pero eso no es lo que ocurre. Quienes buscamos analizar los problemas públicos para presentar soluciones reales a la ciudadanía sabemos que el problema del transporte es grave y mucho más complejo que “un chofer imprudente”.

Empecemos por la terrible corrupción que maneja las Direcciones Regionales de Transportes, responsables de emitir las licencias de conducir. ¿Recuerdan a “Los Dinámicos del Centro”? Pues ellos entregaron miles de licencias de conducir a personas que nunca pasaron un examen y muchos que no sabían conducir. Estas mafias funcionan en al menos 15 gobiernos regionales. Pero la corrupción también llega a la Policía de Carreteras, la responsable de fiscalizar el cumplimiento de las reglas de tránsito. Se han convertido en un peaje obligatorio de la corrupción en nuestras carreteras, que dejan de imponer la ley por un pago.

Mención especial merece el total abandono de la red vial nacional por parte de los gobiernos regionales y el MTC. Carreteras que después de huaycos y accidentes no tienen mantenimiento, no han sido recuperadas o carecen de señalización. Finalmente, la falta de orden y autoridad generado por la burocracia de Ositran, Sutran y ATU que en la práctica no sirven para nada. Como verán, el problema del transporte no es solamente la existencia de algunos malos choferes o malas empresas de transporte sino que tiene un trasfondo de corrupción, incapacidad y burocracia que el próximo gobierno debe enfrentar decididamente.