La fecha del viaje a Marruecos por 2 días del presidente del gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, no pudo ser mejor que hoy, 7 de abril, al cumplirse 66 años del final del protectorado de España sobre este importante país árabe del norte de África.

En efecto, invitado por el rey Mohamed VI, al que llamo respetuosamente, el “Rey internacionalista” por su formación jurídico-académica en el derecho internacional, se realiza en pleno Ramadán y en inocultable recuerdo de aquella fecha de 1956 en que España -37 días antes lo hizo Francia dejando atrás esa misma condición, empujados por el fuerte proceso de descolonización en el mundo-, entregó la administración política de Marruecos al pueblo con su monarca a la cabeza Mohamed V -considerado el padre de la independencia-, todavía hasta ese año Sultán y luego desde 1957 y hasta su muerte en 1961, convertido en rey.

Es verdad que Sánchez ha venido efectuando serias y sensatas correcciones en relación con el Sahara marroquí al aceptar racionalmente o lo que sería lo mismo que sin apasionamiento político, el plan de autonomía para la referida región del sur del país, dejando en manos del gobierno de Rabat, el carácter político sobre dicho territorio enteramente de soberanía marroquí.

Para Sánchez -hay que decirlo- su estada en Marruecos pondrá a prueba su plomo político como máximo jefe del gobierno de España dado que para algunos en el mismísimo interior de la Moncloa -sede del gobierno español-, y por supuesto que para sus detractores políticos, se trataría de un giro distinto y distante -lo que es un error de fondo- de la posición tradicional que habría tenido España sobre el Sahara marroquí sobre todo después de haberse producido la turbulencia política ibérica por la posada del gobierno socialista a Brahim Gali, líder del Frente Polisario -enemigo crónico de Marruecos y solventado por Argelia para insistir en una inexistente República Árabe Democrática Saharaui que no se encuentra en ningún mapa geopolítico serio del mundo-, para que fuera hospitalizado hace un año en la ciudad de Logroño.

Por cierto, el nuevo canciller del Perú, César Landa, hace rato ha debido corregir el gravísimo error de su antecesor Maurtua por cuya política exterior del cangrejo Torre Tagle consumó una profunda afrenta diplomática a Marruecos.

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