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A raíz de una reciente intervención quirúrgica en la Clínica Delgado, en donde tuve una excelente atención por parte del staff y médicos, pero frustrante experiencia en cuanto al proceso administrativo de admisión y de alta, me quedé pensando en cuánto daño le hace a una institución su ineficiencia administrativa.

Por ejemplo, aquellos restaurantes que demoran una eternidad en atender a sus clientes, por más buena que sea su comida; o bancos en los que hay densas colas que hacen perder el tiempo del cliente; o empresas de telefonía, que tienen colas y servicio telefónico al cliente que resultan desesperantes.

No es solo la molestia al cliente. Es también la mala imagen que mancha al tema principal (atención médica, buena comida, etc.), que es la razón de ser de esas empresas.

Eso me llevó a pensar en las universidades que ofrecen posgrados en Administración, que se presentan como las más reconocidas, pero que tienen serios cuestionamientos éticos sobre su gestión económica y administrativa, y además utilizan retrógrados sistemas administrativos para la gestión interna de la universidad. Es de suponer que sus egresados, faltos de reflejos, creatividad y sensibilidad social, sean los causantes de los problemas administrativos de empresas como las descritas al inicio.

Quién sabe, sería bueno que las tesis universitarias en Administración en vez de dedicarse a temas muchas veces irrelevantes se ocupen de identificar y estudiar servicios públicos y privados, cuya administración es ineficiente, para proponer soluciones que podrían ser bien valoradas por dichas empresas.