A estas alturas del partido, la propuesta de volver o no a la cuarentena a causa del Covid-19 debería ser un tema desfasado. Sin embargo, vemos en algunos ministros jugar al papel de policía bueno y policía malo, al lanzar advertencias de un posible retorno a un confinamiento social focalizado. En verdad, ese no es el problema del fondo.

El problema de fondo es el temor del ciudadano por salvar su vida, de llegar en camilla a un hospital donde se ha perdido la confianza de salir con vida; y su economía, con el negocio que todavía no levanta o el puesto de trabajo que le es esquivo.

Regresar a una cuarentena es difícil de sostener. Los microempresarios están enfocados en salvar sus negocios, mientras otros han acudido a los bancos para reflotar sus empresas. ¿Se imaginan al dueño de un restaurante que recién haya recurrido a un préstamo y que el Estado vuelva a restringir la salida de sus consumidores?

Entonces, en vez de generar más pánico en los bolsillos de los ciudadanos, el Gobierno debiera darle prioridad a la estabilidad emocional de los mismos asegurando un óptimo servicio de salud. Esto pasa por enviar, si los hubiera, mensajes positivos sobre las mejores en el sistema hospitalario, así como sus nuevos planes contra el Covid-19.

No es sano vivir atemorizados. La precaución por no contraer el virus no debiera ser un sinónimo de paranoia. Un estado de emergencia ya es una situación traumática, como para que se profundice peor con estos vaivenes sobre el retorno de una cuarentena. El primer ministro Walter Martos, por ahora, tiene el papel de policía bueno; no así la ministra de Salud.