El tiempo parece haberse detenido, la respiración también. Por ahora el silencio acompaña ese goteo de contar voto a voto para la hora de la definición. Llegó la hora de poner delante a los sensatos y encerrar los pitbull que se encargaron de partir el país en dos. Ya habíamos perdido teniendo que elegir entre las dos peores opciones y ahora tendremos un ganador que será producto de unos pocos miles que harán la diferencia del empate. El proceso electoral ha sido limpio, los incidentes han sido intrascendentes, todo un mérito en medio de la crisis de esta pandemia. Mientras menos prolonguemos la incertidumbre menos daño sufrirá nuestra economía, el alza de la divisa, el aumento de los alimentos y las decisiones pospuestas de inversión que depende del riesgo país. Hay que reconocer el gesto de los candidatos de llamar a la serenidad y a la espera paciente de los resultados. Habrá que quitarles también la idea de fraude que les ronda en la cabeza cuando sospechan que uno tendrá que perder. Habrá que recordarles también que es normal, en cualquier parte civilizada del mundo, aceptar la derrota y acercarse al ganador a felicitar y ponerse a disposición porque, su vocación es realmente servir al país y no sólo a las propias ambiciones de poder. Si el país ha quedado gráfica y geográficamente partido en dos no es que la mitad seamos corruptos y la otra mitad terroristas. Pero la metáfora sí evidencia la necesidad de fusionar, de unir, de conciliar dos percepciones si realmente queremos un país unido. Sensatez y humildad para los días que vienen.

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