Mi amigo Justo Balmaceda ha decidido lanzarse a la política postulando al Congreso con el número 8 del partido CONTIGO. Recuerdo cuando lo conocí en la Universidad de Navarra, esa universidad de dónde salen los malvados juristas provida como dice alguna ONG. El Justo de la Universidad de Navarra ya era un joven padre de una familia numerosa (ahora tiene ocho hijos, de allí el número con el que postula) y siempre andaba de prisa cargando sus libros por los largos pasillos de la biblioteca mientras hacía el doctorado. Justo Balmaceda es uno de los mejores penalistas que tiene este país y en el sector privado triunfaría sin lugar a dudas. ¿Por qué, entonces, ha decidido lanzarse a la política en un país dónde los políticos de oposición son cazados sin piedad?

Me parece que Justo ha dado este paso pensando en sus hijos y en sus amigos. Es decir, recorre el sendero de la política por amor al bien común. Para mí esto es digno de admiración. En un mundo que promueve el egoísmo, en un mundo donde la libertad luciferina se confunde con la verdad (de allí el mantra progresista: la libertad os hará verdaderos), Justo ha preferido candidatear en nombre de los demás, no de sí mismo. Allí donde otros flaquean o se ponen de perfil, Justo arriesga todo lo que tiene por su país. Se lanza defendiendo a la familia, a la vida y a todo aquello que nos une: la Peruanidad.

Tendríamos un país mejor si Justo Balmaceda fuera congresista. Tenemos un país con presente y futuro, tenemos un Perú que resiste gracias a valientes como él.