Una de las máximas en Internet de los últimos años es la frase “Don’t feed the troll (No alimentes al troll)” y significa no responder a los agravios que suelen emitir personajes insignificantes, que dedican su vida a atacar a personas e ideas a través de redes sociales para crear debates y controversias que no llegan a ninguna parte.
En la actualidad, la figura del troll también puede extrapolarse a varios ámbitos y uno de ellos es la política. Un claro ejemplo de eso es el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Él quiere que el Perú responda a todas las tonterías que profiere en sus largas e insoportables conferencias de prensa, donde solo se dedica a agraviar a sus supuestos enemigos y a adormecer a quienes lo escuchan.
La declaratoria como “persona no grata” del Congreso, así como las menciones a él durante el debate, y los calificativos lanzados ayer en su contra por la presidenta, lo llenan y hacen que se sienta envalentonado para seguir con su seguidilla de agravios al país.
¿Y si probamos otro enfoque? Si simplemente el Legislativo y el Ejecutivo dejan de responder a ese personaje chato de la historia mexicana y demuestran estar por encima de su enanismo mental. Probablemente siga con su perorata, pero quedará como lo que es, peleando solo contra una pared.