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Los finlandeses lograron una buena educación como consecuencia de una visión de sociedad y una educación sustancialmente distinta a la pragmática y económicamente orientada usual en occidente, liderada por los países de habla inglesa. No se dejaron infectar por el virus de la competencia y por otras estrategias de la economía para producir calidad (procurando el respeto a las diferencias en condiciones de equidad para todos, sin jerarquizar). Tampoco se sometieron a la corriente de demandas de rendición de cuentas por parte de los profesores a partir de los logros de los alumnos expresados en puntajes de pruebas estandarizadas, que además son muy acotadas (que le quitan al profesor la responsabilidad de serlo traspasándosela a los instrumentos formales, tests, privilegiando además las habilidades de matemáticas y comunicación sobre todas las otras). Tampoco cayeron en la histeria de la estandarización que estrecha el currículo, desconoce la autonomía del profesor y pone frenos a la capacidad creativa e innovadora del conjunto.

Muchas de las fórmulas reformistas habituales son promovidas por las agencias internacionales de desarrollo y las empresas privadas que promueven sus intereses particulares al intervenir en las reformas educativas nacionales y la formulación de políticas.

Esa síntesis de la autonomía educativa finlandesa la ofrece el finés Pasi Sahlberg en la columna de su blog “Global Educational Reform Movement is here!”, Mon 02, 2012.

Quizá sea hora de frenar el daño que hacen las estandarizaciones y pruebas lideradas por PISA y sus versiones nacionales (ECE).