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En el debate sobre reemplazar números por letras creo que se pierde de vista una diferencia sustancial entre la evaluación en la educación superior o el mundo laboral, que evalúan para excluir, diferenciando a los competentes o aptos de quienes no lo son, y la de la educación básica, que debe incluir a todos, procurando retroalimentar a todos para que tengan éxito a partir de sus particulares características personales y línea de base.

La educación básica (escolar) no debe tener por objetivo diferenciar (ni etiquetar) a quien logra o no logra el nivel de suficiencia que el Ministerio de Educación considera óptimo para todos los alumnos por igual. Al definir que para una competencia un logro inicial (C), logro básico o proceso (B), logro satisfactorio (A) y logro muy satisfactorio destacado (AD), y que cada alumno debe ser evaluado con esa única escala y rúbrica, se está asumiendo que todos podrían llegar a AD si es que se dedican y esfuerzan para tal fin.

Pero eso es imposible. Alumnos que hacen su máximo esfuerzo, pero tienen dificultades motoras no lo lograrán en psicomotricidad; con dislexia no lo lograrán en lectoescritura; con discalculia no lo lograrán en matemáticas; con problemas de aprendizaje de idiomas no lo lograrán en inglés; los tímidos e introvertidos no lo lograrán en expresión oral; los que tienen TDAH no podrán concentrarse, enfocarse y controlar impulsos y emociones como se espera.

¿Debe condenar la escuela a estos alumnos a tener siempre C o B, a pesar de que hagan lo que hagan no es posible que lleguen al nivel que el Minedu espera para otorgarles A o AD?