El ataque con granada contra una discoteca en San Juan de Lurigancho el vienes último, una acción criminal que dejó 15 heridos, tres de ellos de gravedad, muestra el nivel de violencia al que estamos llegando, mientras el gobierno anda en su juego de palabras de “Plan Bukele” o “Plan Boluarte”, que en realidad son puro humo, pues hasta el momento no hay nada de nada.

Todo hace pensar que este ataque fue perpetrado por extorsionadores en represalia por el no pago de los cupos exigidos a los dueños del local o al músico que se iba a presentar. Esta modalidad de delito hace mucho que se escapó de las manos de las autoridades, tal como sucedió hace 15 años o más en la costa norte del país.

Hoy tenemos que estos delincuentes cobran cupos de desde tres o cinco soles diarios a taxistas, mototaxistas, ambulantes, emprendedores, propietarios de negocios muy pequeños y a cualquier ciudadano que trata de ganarse unos centavos de manera honesta. Para muchos de ellos, estos extorsionadores se han convertido en una pesadilla.

Lo grave es que las amenazas de estos hampones no quedan en eso. Ya hemos visto muchos crímenes cometidos a modo de venganza por no pagar. Si en Lima ya teníamos bastante con “marcas”, arrebatadores, ladrones de casas y asaltantes, ahora están los extorsionadores. ¿Qué respuesta se ve? Ninguna que dé tranquilidad a los ciudadanos.