Félix Brasserie, cómo disfrutar mejor
Félix Brasserie, cómo disfrutar mejor

Por Javier Masías @omnivorusq

Lo primero que uno tiene que tener en cuenta para disfrutar de Félix Brasserie es que no es una brasserie. Es verdad que es complicado hablar de diccionarios en tiempos como los que corren, tiempos en los que además, incluso en Francia, el uso del nombrecito se hace cada vez más intercambiable con el de otros comedores como el bistró o restaurant. Pero también es cierto que casi nada en Félix recuerda a una: no hay mantel blanco, la carta no es primariamente marina como obliga el canon alsaciano -ni se inclina por el vino blanco, ni la cerveza-, no hay chucrut y, de hecho, salvo la bernaesa que acompaña las carnes y un par de gracias más, casi nada sugiere que nos encontramos bajo el influjo de Francia. De otro modo, ¿qué hace ese spaghetti con albóndigas en la carta? ¿O las croquetas de camarón y mero? ¿Y ese seco de cabrito? ¿Y ese ceviche de atún con jalapeño y palta? Esto solo podría ser una brasserie en una interpretación tremendamente laxa del concepto: un restaurante informal en el que se sirve una carta breve y de estación. Una pregunta más: ¿importa demasiado cómo se llame el local si todos los platos mencionados han sido ejecutados impecablemente?

Lo siguiente que uno tiene que hacer para disfrutar perfectamente es olvidar que es un establecimiento de Rafael Osterling, cocinero fundamental del Perú, eso por un asunto de expectativas.

Su trabajo en Rafael y Mercado, sus otros emprendimientos en Lima, involucra siempre un ejemplar ejercicio de balance, una comprensión personal del sabor y una forma elegante y discreta de sorpresa. En la carta de Félix sorprende la selección de platos, pero no tanto su ejecución, no porque no sea precisa sino porque la mayoría de las veces son cosas que de alguna manera ya vimos en sus otros espacios. Hay excepciones: la tostada de pan campesino con terrina de foie y atún es una pequeña proeza que cubre con sutileza un amplio espectro de sabores; la ensalada griega no solo pone en la mesa algunos de los mejores tomates de la ciudad sino que los ensambla con invitados inesperados como sandía y uva -sin salirse del concepto, sin dejar de componer una ensalada griega-; y hay algo en la textura de las mollejas rostizadas con puré de papas que eleva el plato fuera de la media y que nos habla de otro registro.

Las tres invenciones hablan, en tonos diferentes, de una cocina emocionante y divertida que, al mismo tiempo, sigue siendo de alguna manera familiar. No es que las pastas no estén deliciosas -deben ser de las mejores de la ciudad- o que las carnes no estén a la altura, es solo que platos como estos tres últimos reflejan cuán interesante podría llegar a ser el proyecto Félix una vez que madure.

Lo tercero que hay que hacer para disfrutar plenamente del restaurante es olvidarse de los precios. Por su ubicación uno termina pagándole no solo al cocinero sino al agente inmobiliario, tanto que por un monto adicional -digamos, alrededor de unos 15 soles por plato- se puede comer en Rafael, el restaurante insignia del chef. Ojo, aún con esos precios es claramente el mejor restaurante del barrio.

Lo último que hay que hacer es acordarse siempre, antes de pedir la cuenta, que aquí tienen una excelente carta de postres, indulgente y muy bien pensada. Solo una vez, de las muchas que he ido, llegó una tostada francesa cuestionable. La torta de chocolate es de las mejores de Lima, el cobler de uva borgoña una obligación en invierno y el tropicalísimo, una refrescante delicadeza para un día de sol.

Dicho esto, disfrutar es muy fácil: los productos que emplean son de los mejores de la ciudad y están puestos en la mesa en excelente forma; la cocina, aún en las horas pico, tiene un nivel muy parejo desde sus primeros días; el servicio necesita ajustarse un poco, pero funciona bastante bien; la atmósfera es relajada y la coctelería es excelente. En estos momentos debe ser el mejor restaurante del barrio y con toda certeza el único a seguir seriamente en el Centro Empresarial.

Félix Brasserie

Av. Sto. Toribio 173, San Isidro (Vía Central 107 del Centro Empresarial). Telf. 982 521 454. De lunes a viernes, almuerzo y cena. Sábado, solo almuerzo. Cierra domingo.