Hoy, que es Día del Papa, y que corrió el rumor, luego desmentido, de la inminente renuncia de Francisco, escribiré sobre el primer jefe de la Iglesia Católica americano, después de veintiún siglos de pontífices europeos. El último que no fuera nacido en el viejo continente fue el sirio Gregorio III en 741; además, Bergoglio, es el primer papa jesuita pues nunca un miembro de la Compañía de Jesús -la histórica Orden fundada en 1534 por Íñigo López de Recalde, el célebre San Ignacio de Loyola- había llegado al solio pontificio.

Como muchos argentinos, es hijo de inmigrantes italianos. Nacido en 1936, fue bautizado el día de la Navidad con el nombre de pila Jorge Mario, y quien más influyó en su vida fue su abuela Rosa Vasallo. Entró en el seminario diocesano de Villa Devoto y estudió humanidades en Chile y Filosofía en Argentina. A los 33 años fue ordenado sacerdote (1969). Fue elegido provincial de los jesuitas de su país y ejerció el cargo en plena dictadura militar.

El papa Juan Pablo II en 1998 lo elevó al cargo de arzobispo, primado de Argentina y en el Consistorio de 2001, lo creó cardenal, asignándole el título de San Roberto Belarmino. En abril de 2005, a la muerte de San Juan Pablo II, participa en el cónclave en el que es elegido Benedicto XVI. En esa ocasión su nombre fue voceado entre los aspirantes para ser elegido papa. Ante los rumores sobre qué sentía cuando veía su nombre entre los candidatos dijo: “Pudor, vergüenza. Pensaba que los periodistas estaban locos”.

Perfecto aficionado a la literatura de Jorge Luis Borges y Fiodor Dostoievski, además de amante de la ópera y con prestigio por sus dotes intelectuales -era considerado un moderado entre los prelados más conservadores y la minoría “progresista”, tras al menos cuatro votaciones en un cónclave que duró 25 horas y media, y dos fumatas negras, los 115 cardenales electores lo eligieron el Papa 266 de la Iglesia, a los 76 años decidiendo llamarse Francisco en memoria de San Francisco de Asís.

Reconocido por su humildad y su compromiso con la justicia social, vive austeramente en Santa Marta y no en el Palacio Apostólico. Con los cambios que va realizando el Obispo de Roma, pegado al Evangelio y Magisterio de la Iglesia, realmente se trata de un Papa que, a sus 85 años, va adecuando la Iglesia a los nuevos tiempos.