Iván Slocovich Pardo
Iván Slocovich Pardo

Algo tiene que estar caminando muy mal en la formación ética de algunos de sus miembros, y en los sistemas de inspectoría y control interno del Ejército, como para que cada cierto tiempo la institución de Francisco Bolognesi se vea manchada por el accionar de bandas de delincuentes de uniforme que no hacen más que apropiarse de los recursos que administran a fin de llenarse los bolsillos. El domingo hemos conocido el caso de "Los Capos del Diésel".

No es la primera banda de "gasolineros" que sale a la luz. Ya existía el antecedente de la organización delictiva que integró el ex comandante general del Ejército y luego congresista Edwin Donayre y otros oficiales de alto rango que hicieron de las suyas en la Tercera División del Ejército, con sede en Arequipa. Hoy todos ellos están en prisión. Pero preocupa que, tras este escándalo, otros malos militares hayan podido continuar con esta dolosa actividad.

Definitivamente, algo se tiene que hacer para evitar que dentro del Ejército haya tanto "pájaro frutero" de la gasolina y quién sabe de qué más. Porque si hay hurto de combustible, por qué no pensar que también se cometen delitos con otros bienes, como la vestimenta del personal, los alimentos, las obras, la contratación de proveedores y demás. ¿Dónde quedó la ética de ciertos militares? ¿Dónde están la supervisión, la inspectoría y el control interno?

Es triste, lamentable e indignante que a esto se dediquen algunos elementos mientras la mayoría de integrantes del Ejército ponen el pecho contra el narcoterrorismo, trabajan en puntos alejados del país a veces en condiciones muy difíciles y se fajan al lado de los peruanos necesitados no solo en casos de emergencia, sino todos los días. Para ellos debe ser muy duro convivir con jefes y camaradas capaces hasta de meter mano al sagrado rancho de la tropa.

El Ejército y sus miles de miembros dignos y de bien deben ser los primeros interesados en erradicar a todo tipo de hampón infiltrado en su institución. Los herederos de los combatientes de Junín y Ayacucho, del Morro de Arica, de San Juan, de La Breña y de Zarumilla; o los que lucharon en el Cenepa y en la operación “Chavín de Huántar”, y los que aún pelean en el VRAEM, no tienen por qué verse afectados por “gasolineros” y demás especies que deberían estar en prisión.

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