Rusia se ha empoderado en el marco del conflicto interno en Siria y ya está pensando en una propuesta de paz para el país que no incluya al actual presidente Bashar al-Assad, que para muchos es la causa principal del problema. La idea de Moscú es pasar a un estado de transición que prescinda del jefe de Estado sirio dado que la oposición no quiere realizar ninguna concesión de negociación que lo incluya. Suma el hecho de que Estados Unidos tampoco lo quiere. El giro ruso tendría el propósito de facilitar su hegemonismo internacional sobre Damasco golpeado por un conflicto que se aproxima a los 5 años y sin que hasta ahora no se haya podido lograr el esperado alto al fuego definitivo. Moscú quiere quitarle piso y protagonismo a Washington. Desde que sus acciones militares sobre el Estado Islámico de Iraq y el Levante -que opera en toda la zona norte de Siria- supuso bombardeos consecutivos por varios días, logrando una eficacia militar que sorprendió principalmente a Washington, las cosas para los rusos se han dado a su favor. Putin no es terco y sabe que más allá de que mantenga una alianza con el régimen de Al Assad, lo que realmente le importa a Moscú es mantener intacta su única estratégica base militar en el puerto sirio de Tartus, en el Medio Oriente. Así las cosas, los rusos saben que no conviene luchar contra la corriente y por esa razón aplican el pragmatismo según sus intereses. No van a sacar a al-Assad del escenario totalmente porque tampoco será fácil, pero es seguro que lleguen a un acuerdo donde, por ejemplo, una transición sin al-Assad implique luego su participación en elecciones políticas.