En la crónica de un país en disputa, el Ejecutivo acaba de devolver el golpe al Congreso poniéndole en agenda la cuestión de confianza por un proyecto de ley, un dardo que no ha podido desviar por su falta de experiencia. Ha sido una jugada del premier Aníbal Torres que pocos habían descifrado.
Como en el fútbol, en el Parlamento esperaban una jugada anunciada: creyeron que Torres es un pipiolo que desconoce la ley y, por lo tanto, eran previsibles sus intenciones políticas. “Su pedido de cuestión de confianza es inconstitucional”, “no se solicita por un oficio”, entre otras frases de expertos cayeron en fuera de juego.
Entonces, Torres, guste o no, le puso la agenda al Congreso, y este cayó redondito. Atrás quedaron las pesquisas y acusaciones por traición de la patria y crimen organizado, sin darse cuenta que el contexto es la llegada de una comisión de la OEA y la posibilidad de decretar el peligro del orden democrático. El premier lo hizo otra vez.
Los ataques del Congreso, vía su subcomisión de Acusaciones Constitucionales, han sido tiros al aire, sin tino ni audacia política, acciones que el Tribunal Constitucional se encargó de desbaratar con vergüenza ajena. Ahora, sabemos que el Legislativo no está dando la talla en este golpe a golpe.
En cerca de un año de gestión, Torres se ha encargado de suprimirle la importancia a las acciones de ataque del Congreso, un hecho que se refleja en las recientes encuestas, donde, sorpresivamente, el Ejecutivo aparece con más credibilidad que el Legislativo. Se desconoce el desenlace final de este entuerto, pero por ahora ya sabemos quién debe cambiar de estrategia política.