Durante la dictadura militar que padecimos entre 1968 y 1980, el Perú vivió una debacle económica que registró más de 58% de pobreza, inflación de cuatro dígitos, déficit fiscal elevado, cero reservas internacionales y pérdidas acumuladas por más

de US$17,000 millones de dólares a causa de una fracasada aventura que intentó hacer que el Estado se convierta en empresario. Sin embargo, al entrar en vigencia la nueva Constitución que nos rige hoy, se sentaron las bases de la recuperación económica, basadas en libertades esenciales, para generar una auténtica economía social de mercado.

El resultado: Más de 30 años de crecimiento sostenido, elevación de las reservas

internacionales y mayores recursos económicos para el Estado para reducir la

pobreza. A pesar que el crecimiento fue importante y el sector privado (a través de las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas) fue y sigue siendo el motor de la inversión, el trabajo de las instituciones gubernamentales no dio la talla requerida y fue incapaz de acompañar este sostenido crecimiento con la redistribución adecuada, oportuna y pertinente de recursos generados por los contribuyentes. El Estado no gastó de manera oportuna, eficaz y transparente.

30 años después, a pesar de tener presupuesto disponible, tenemos un enorme déficit de infraestructura y servicios que generen una mejor calidad de vida de los peruanos. Un gobierno que se permite devolver más de S/. 1,300 millones de soles

al cierre de año, correspondiente al presupuesto de inversión asignado al sector salud, resulta inadmisible e inmoral. Si tomamos como ejemplo la inversión de S/199 millones que costó la construcción del Hospital Barton de Essalud, del Callao, nos preguntamos, ¿por qué el Estado no fue capaz de construir 6 hospitales similares en distintas regiones del país, en lugar de haber devuelto la misma suma

de dinero a la cuenta gubernamental? Hacerlo, es tan inmoral y cruel como tener un hijo con alguna enfermedad grave y no llevarlo al servicio de salud, a pesar de tener el dinero guardado y sin usar.

Nuestro país necesita GESTIÓN, EFICIENCIA Y CONCIENCIA. Pasemos de las palabras a la acción, es momento que quienes generamos la inversión privada dejemos de conformarnos esperando que el Estado haga bien su trabajo de redistribución y generación de desarrollo y bienestar. Tenemos frente a nosotros, la oportunidad de cambiar la historia e involucrarnos directamente en el destino, planificación y uso de los recursos que entregamos al fisco y generar un nuevo valor que beneficie de manera real, oportuna e inclusiva a todos los peruanos.

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