En el 2008, cuando demandamos a Chile en La Haya por la controversia jurídica de límites marítimos que mantuvimos, la presidenta Michelle Bachelet dijo que el Perú era un país inamistoso. 7 años después, el canciller de su segundo gobierno, Heraldo Muñoz, ha expresado que la reciente creación del distrito La Yarada-Los Palos también es un “acto inamistoso”, añadiendo que es “inoportuno e impertinente”. Al cierre de esta columna no hemos conocido de la reacción peruana a tan ligeros y desatinados calificativos. La diplomacia tiene sus límites y en todo momento -lo que incluye a la discrepancia-, debe prevalecer el respeto. Las expresiones del jefe de la diplomacia chilena son todo lo contrario y realmente configuran en inamistosas. Pegado a lo anterior, Muñoz ha desnudado una enorme carga de ignorancia jurídica al sostener que la creación del más austral de los distritos del Perú no produce “efecto jurídico alguno”. Es imposible que la creación del distrito peruano pueda producir consecuencias jurídicas en Chile, dado que la ley que lo creó es un acto jurídico del puro derecho nacional peruano; es decir, de absoluto derecho interno. Finalmente, Muñoz, quien ha calificado de “complejo” el momento de la relación bilateral con nuestro país, no puede sostener, suelto de huesos, que “el diálogo siempre está abierto”. Será necesario que la canciller Ana María Sánchez, quien es una actora política, le responda con tino y firmeza porque la diplomacia también es dignidad -no podremos sentarnos a revisar la agenda bilateral como si nada hubiera sucedido- y porque ello es indispensable para la buena vecindad entre Estados.