Mientras que ayer en el mundo católico se daba inicio a la fiesta religiosa de la Semana Santa con el Domingo de Ramos y el papa Francisco desde Roma, invitaba a pedir la gracia del estupor, es decir, de dejarnos sorprender por Jesús en medio de una pandemia que nos sigue flagelando con contagiados y muertos, en lndonesia -el mayor país musulmán del planeta-, un atentado en la isleña ciudad de Makassar, se cobraba la vida de dos atacantes que hicieron estallar explosivos en la catedral de esta ciudad asiática, provocando más de una decena y media de heridos, y sin más muertos al cierre de esta columna.

El Domingo de Ramos recuerda la entrada triunfal del Nazareno en la histórica ciudad de Jerusalén no estuvo ajena a las tentaciones de actos violentos. En efecto, muchos judíos creyeron que Jesús era el salvador que estaban esperando para que los libere de la dominación de los romanos. Se equivocaron porque el Mesías no era ningún guerrero.

A Jerusalén no entró armado ni en caballo de batalla. Lo hizo en un burro, símbolo de la paciencia y de la fortaleza y fue recibido con vítores por la gente que a su paso le obsequiaba ramos de olivo y de palma. Jesús, a su paso, los dejó absortos pregonando la idea del amor al prójimo y de la paz. Nadie lo entendió cuando dijo: “Si alguien te da una bofetada en una mejilla, entonces ponle la otra”. Tremenda desilusión para los que se resisten al poder romano. Jesús es el precursor del principio de solución pacífica de las controversias, en una época en que la guerra era  la práctica del más poderoso.

El ingreso de Jesús en la Ciudad Santa, casi en el corolario de su presencia física en el mundo –vivió hasta los 33 años–, confirmaba la relevancia de la Jerusalén de esa época. Durante la edad Media, en que la Iglesia tuvo enorme influencia política y social, el señor feudal se valía de esta fiesta para consolidar su poder frente a los vasallos, y al final de esta época, y el comienzo de la edad Moderna, los monarcas que recuperaron la hegemonía arrebatada por los papas, la escogieron como día de sus ungimientos en el trono.

El Domingo de Ramos a través de los siglos como ahora, muestra la enorme figura de Jesús en la historia de la sociedad internacional.

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