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Una interesante encuesta sociológica en 800 jóvenes españoles, realizada por Ron Brugal “Mamá quiero ser influencer”, puede servirnos de referencia para imaginar situaciones análogas que podrían estar ocurriendo con los jóvenes peruanos que comparten los mismos hábitos de comunicación en este mundo globalizado (“Casi el 40% de los jóvenes españoles se siente atraído por la idea de ser influencer”, ABC.es 14/04/2019).

Se hizo con jóvenes de 18 a 35 años, encontrando que especialmente los de la generación Z (18-23) crecientemente quieren ser influencers. Encontró que no están contentos con su profesión, trabajo o estudios y 62% quiere cambiar de rumbo. Dudan entre lo que “querrían hacer” (viajar, conocer gente, vivir experiencias nuevas y únicas) y lo que “deben hacer” (según el mandato de su entorno adulto). Disfrutan de pasar muchas horas en redes sociales siguiendo a influencers con los que se identifican, valorando su capacidad de hacer lo que quieren y ganar dinero. Encuentran que las profesiones más aspiracionales para ellos son las de actores, músicos, deportistas e influencers.

Son conscientes de que el precio que deben pagar es la pérdida de la privacidad y del anonimato, debido a la exposición a la crítica pública. Reconocen las cualidades que deben cultivar, entre ellas comunicar, transmitir confianza, inspirar credibilidad, ser creativos, cercanos y estar comprometidos con sus seguidores.

Si estas aspiraciones propias del mundo de las redes sociales están en sus mentes, ¿qué recaudos toma la escuela de estos tiempos para acoger estas expectativas en el quehacer escolar?