No pretendemos hacer una demostración de lo que el título de este artículo infiere, ya que el mismo no puede tomarse como axioma geométrico. Pero sí podemos apelar a él para graficar lo que este equivocado gobierno de Pedro Casillo trata de justificar día a día, so pretexto del predominio y opresión de los oligarcas de nuestro país durante –afirma– los últimos 200 años y la victimización constante. En esto incurre no solo el alicaído gobernante, sino todo su séquito.

Hoy un acusado, desesperado y desenfrenado primer ministro, se arroga la representación del pueblo, generando en ese proceso un “antipueblo” que está según él, en contra de todo lo que el pueblo quiere y, lo más importante, atiza para esto un enfrentamiento a ultranza. Para esto sostiene una ideología trasnochada que es alimentada por él y sus esbirros, a fin de tratar de contrarrestar su ineficiencia y desaciertos al acusar a quienes los investigan. Pretenden así pasar por agua tibia las acusaciones de corrupción que saltan cual palomitas de maíz producto, entre otras cosas, del cerco judicial alrededor de los involucrados, quienes al elevarse la temperatura por la consecuencia de sus actos, ven que se aproximan las detenciones en el entorno presidencial. Con esto, los implicados no hacen más que allanarse a las delaciones premiadas para tratar de salvar su responsabilidad. Así sale a la luz el maremágnum de estiércol que subyace a esta desastrosa administración.

El pueblo ve desfilando a los acusados de corrupción por la Fiscalía de la Nación y muestra su indignación lanzando huevos por doquier. Pareciera que ya nos dimos cuenta de que la solución del problema está en relación directamente proporcional a la valentía que podamos tener.

¡Despierta Perú, despierta!