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Desde hace meses, la palabra “arepa” ha irrumpido en las calles del Perú en voz alta, con el desparpajo propio caribeño, de la mano de vendedores que se han servido de su encanto para vencer la suspicacia limeña y lograr pausadamente nuevos adeptos. Está en boca de todos, ya sea por gusto, deseo o curiosidad.

La arepa, como platillo bandera de la culinaria venezolana, tiene todos los elementos para conquistar nuevos espacios. Fácil de preparar y admite infinidad de rellenos, además se disfruta en cualquier momento del día y es sabrosa. Al contexto peruano, se le puede añadir que el sabor del maíz forma parte de su paladar.

Su llegada

La gran paradoja es que la arepa se libró del confinamiento local, a partir de la salida de más de tres millones de venezolanos de su tierra en años recientes. Ha resultado la inesperada y hasta “sabrosa” contraparte gastronómica de una tragedia humanitaria. Una historia que se repite, tal como le sucedió a chinos e italianos, que se dispersaron por el planeta producto de la migración de pueblos enteros que viajaron con sus ollas, sabores y nostalgia.

Las arepas han abierto el camino a otros gustos y alternativas de la gastronomía venezolana dentro de la mesa pública peruana, a la que se suman cachapas, tequeños, tisana, empanadas, besitos de coco, pepitos y el más reciente grito en la calle, las bombas.

En este caso, dos factores han sido claves. Por una parte, la gran cantidad de venezolanos que actualmente habitan suelo peruano han encontrado en la venta de comida un modo de vida, que rápidamente les ha dado buenos resultados. Aunque, hace poco más de un año ya existía uno que otro rinconcito con sabores de este país, en meses recientes el crecimiento ha sido notorio.

El otro factor es una idiosincrasia emprendedora y desenfadada, que ofrece sus platillos como la cosa más natural del mundo, sin advertir las posibles resistencias nacidas de la costumbre y el hecho de que los peruanos, en general, no son dados a explorar nuevos sabores, porque se sienten cómodos y orgullosos con los suyos.

Su encanto

Un hecho fundamental es que cada vez se hace más sencillo encontrar los productos, porque los comerciantes tienen claro que la nostalgia es un gran negocio, a lo que se suma que ambas culinarias tienen muchos ingredientes en común. Un dato curioso es que los precios de la harina para pan en Perú son los más altos del mundo, después de Argentina.

De otra parte, ya se comienzan a ver las primeras fusiones y adaptaciones. Es posible encontrar arepas rellenas de ají de gallina o lomo saltado, por citar un par de casos. No es más que un proceso de fusión natural que apenas comienza. Entonces, así como se han incorporado al día a día la gastronomía china, japonesa e italiana, en un futuro próximo se escuchará decir a los peruanos con la mayor naturalidad: “Quiero una arepa con queso”.

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