Por supuesto que los futbolistas tienen derecho a expresar sus opiniones y posturas, sean estas políticas o no. Son, ante todo, ciudadanos. Por eso nadie en su sano juicio podría condenar a un integrante de la selección nacional de fútbol por apoyar a tal o cual candidatura, pues es su derecho y su libertad.
El problema es la forma en que se ha dado, en un momento por demás polarizado. Queda claro que el mensaje difundido por algunos futbolistas de la selección peruana no se ha hecho a título personal y de modo espontáneo. Hay aquí algo organizado y, como ya muchos han resaltado, se ha hecho utilizando la camiseta de la selección y apelando al sentimiento de unidad que propicia la misma selección.
En estricto, no hay aquí prohibición legal, ni algo concreto que les impida hacerlo. Sin embargo, los resultados saltan a la vista: una polarización aún más exacerbada y un divisionismo que incluso perjudica a los mismos seleccionados, pues los expone a todo lo que hemos podido ver en estas últimas horas, es decir, una retahíla de denuestos y epítetos en contra de los jugadores protagonistas de la campaña de marras.
La idea, según lo que se puede ver en los mensajes difundidos, era promover la unión y paz de los peruanos; sin embargo el resultado ha sido justamente el contrario. Es que guste o no, hay ahora una mitad de peruanos que están del otro lado, a quienes no se les puede excluir de ese sentimiento nacional.
Y en medio de este clima de tensión quienes pierden son los jugadores y la afición, pues terminan divididos, enemistados. No olvidemos que en algo más de dos semanas la selección jugará las eliminatorias. Hay crispación entre los aficionados, y también dentro del mismo equipo, cuyos integrantes se dividen entre quienes aceptaron sumarse a la campaña y quienes no aceptaron. ¿Se dan cuenta ahora del problema?