Esta semana el presidente de Estados Unidos tuiteó: “Tan ridículo. Greta debería trabajar en su problema de manejo de ira, y luego ir a ver una buena película a la antigua con un amigo. ¡Relájate, Greta, relájate!”. Ello a raíz de que la revista Time nombrase a la activista ambiental Greta Thunberg como personaje del año. Lo hecho por Trump dista de ser anecdótico y no debe ser tomado a la ligera.
Trump nos tiene acostumbrados a tuits groseros, impredecibles, y completamente inapropiados para alguien que ocupa un puesto tan importante. Sin embargo, lo dicho sobre Thunberg lo hace descender aún más y marca un nuevo nivel de bajeza. Nunca en la historia de Estados Unidos un presidente se había burlado públicamente de una menor de edad - que, además, se encuentra dentro del espectro autista - y que lo único que busca es ayudar a salvar nuestra vida en la tierra.
Thunberg es víctima de cyber bullying por su condición desde que decidió asumir un liderazgo público. El comentario cruel de Trump legitima lo que bajo todo concepto debería ser considerado una conducta inaceptable para cualquier ser humano decente. Especialmente si ocupa un puesto en el cual recibe la admiración y atención de millones de personas. Comentarios así afectan no solo a la activista sueca sino a todo aquel que tiene que sufrir burlas y discriminación por alguna característica que lo hace diferente.
La crueldad no debería tener espacio en la política. Apela a lo más bajo que tiene el ser humano y lo normaliza. Los liderazgos públicos deberían buscar potenciar lo mejor de nosotros mismos, y no al revés.