Durante años no ha dudado en arrancarle de las manos el micrófono a su esposo, el pobre presidente Humala, pero ahora, la esfinge del nacionalismo ha decidido permanecer callada y despreciar los “foros políticos” que antes rebuscaba sin cesar. La psicología de Nadine Heredia solo es comprensible desde el punto de vista de los culpables. Se sabe en retirada, sus huestes se dispersan, su régimen se derrumba y la esfinge intenta salvar los cuatro secretos que la oposición quiere arrancarle contra viento y marea. El nacionalismo, un movimiento enclenque que nació a la vida pública con un discurso tan maniqueo como voluptuoso, hoy se apaga hasta la afonía y los pocos voceros que sobreviven en su entorno meditan sobre las consecuencias de la caída de su lideresa.

La esfinge nacionalista está condenada a hablar. Lo hará mediante ataques burdos a lo largo de la campaña, resucitando su viejo discurso electoral de polarización y falsa denuncia. Luego, cuando sus arañazos desnuden sus propias falencias (el desgobierno humalista es generoso en errores y trapacerías) la esfinge se verá obligada a confesar por omisión. Nadine Heredia es incapaz de articular una defensa mínimamente creíble. Y esto se debe a que el gobierno humalista, el cogobierno de los Humala-Heredia es indefendible. No debemos olvidar que la postración del Estado, la destrucción de todo reformismo y la espantosa frivolidad de la esfinge tienen responsables con nombre y apellido: los garantes, esos que hoy intentan irse de rositas mientras beben champán a ritmo de viagra.

Intenta mantener tu silencio, esfinge sin secretos. Más temprano que tarde, la justicia que hoy desprecias ha de alcanzarte. La política de la que intentas apartarte es una amante celosa incapaz de olvidar.