El hecho de que en el actual periodo legislativo iniciado en julio del 2021 hayamos tenido a 69 congresistas denunciados –algunos de ellos en más de una oportunidad– por diversos motivos ante la Comisión de Ética, y que de todos estos personajes solo a dos se les haya aplicado suspensión por 120 días, demuestra que el contubernio y la lógica del “hoy por ti, mañana por mí”, es lo que manda en el Congreso.

Los únicos sancionados en este Congreso plagado de tránsfugas, “niños”, agresores de mujeres, “mochasueldos”, misóginos, machistas, plagiadores, blindadores de corruptos, chuponeadores y ociosos han sido Freddy Díaz, hoy preso acusado de violación; y Enrique Wong, señalado por haber pedido que un asesor suyo sea nombrado por el Poder Ejecutivo como presidente de una empresa pública, a cambio de votos para salvar de la vacancia a Pedro Castillo.

Con un Congreso de gente que hasta parece tener prontuario, lo mínimo sería que la Comisión de Ética sirva para sancionar a tanto impresentable. Pero no. A juzgar por el reducido número de castigos por inconductas, parece que estuviéramos ante el Parlamento de Suiza o Finlandia, no en el lugar donde reina gente como Pasión Dávila, quien fue suspendido por el Pleno directamente por pedido de la Mesa Directiva, tras dar un puñete por la espalda a otro legislador.

Precisamente, durante el debate para la suspensión de Dávila, este quería que su escandalosa agresión sea vista en la Comisión de Ética, quizá sabiendo que por esa ruta no le iba a pasar nada, como no ha sucedido nada hasta ahora con los conocidos con el alias de “Los niños”, que por trabajo para los amigos e ínfimas cuotas de poder durante el gobierno de Pedro Castillo, dejaron de lado su rol de integrantes de un partido supuestamente democrático como Acción Popular.

La Comisión de Ética necesita un nuevo impulso y poner en ella a gente que no tenga rabo de paja. Difícil encontrarla, pero debe haber. Si no se puede mandar a su casa definitivamente a gente que jamás debió ser elegida por los ciudadanos, al menos queda librar al país de ellos por unos meses, tal como dispone la normativa. Si no es así, lo mejor sería desactivar ese grupo de trabajo que, por ahora, se está burlando de los peruanos.

Lo mínimo sería que la Comisión de Ética sirva para sancionar a tanto impresentable.


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