Víctor Andrés Belaunde, uno de los grandes pensadores y diplomáticos de nuestro país, decía que en el Perú se podía hablar de hispanofilia, de un cariño especial por España por la herencia cristiana que tanto ha pesado en la formación de la Peruanidad y por el elemento articulador del idioma que nos ha unido por encima de nuestras diferencias.
Todo esto ha hecho del Perú un aliado firme de la madre patria y de esta alianza han surgido no solo oportunidades económicas. También se ha consolidado un mestizaje cultural que nos une para siempre con la piel de toro, y nos hace sentirnos orgullosos de esa filiación particular que nos distingue en el concierto de las naciones. Por eso, Víctor Andrés Belaunde tenía razón cuando sostuvo, hace más de cien años, que todo lo que consolidara la síntesis viviente que es el Perú debía ser promovido y todo aquello que nos dividiera, combatido. La unión debe preservarse contra viento y marea.
En todo esto he pensado al asistir en Madrid hace unos días a un evento promovido por la Fundación Consejo España-Perú, un modelo de cooperación público-privada impulsada por el Ministerio de Asuntos Exteriores español y que fomenta las relaciones entre nuestros países en los ámbitos de la cooperación económica, comercial, empresarial, cultural, científica, cívica, educativa y medio ambiental. Necesitamos instituciones como esta para fortalecer la unidad entre nuestros países, desarrollar estrategias comunes, forjar una hispanidad horizontal y eficiente y sentar las bases de una nueva alianza iberoamericana, más realista y coherente con la geopolítica global. Los vínculos empresariales fluyen naturalmente porque el árbol de la hispanidad continúa creciendo fuerte y frondoso. Después de todo, las buenas semillas están destinadas a perdurar.