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Nuestra alma nacional se acrecienta gracias a los héroes que esta bendita tierra nos ha dado a lo largo de su proceso histórico. Alguna vez dije que el Perú es un país con alma y pobre de aquellas naciones que no la tengan. Francisco Bolognesi Cervantes, cuyo nacimiento recordamos el 4 de noviembre (1816), es uno de nuestros mayores héroes. Está en el altar de nuestra vida cívica junto a Miguel Grau, José Abelardo Quiñones y Mariano Santos. Ser héroe es un estado personalísimo de conducta excepcional en la persona humana donde la propia vida ya no importa por amor al país. En el héroe prima el arrojo y el valor de morir no por la familia o por el prójimo, sino por la patria, por la naturaleza de lo que es ser peruano; ese es su carácter trascendente. No será, entonces, relevante la dignidad personal sino la dignidad nacional, que tiene una estimación inconmensurable. Bolognesi sabía que la defensa de la Plaza de Arica era muy difícil, y ese realismo no lo pierde de vista un solo instante, haciéndose plenamente visible en su respuesta al emisario chileno Salvo, que lo hizo inmortal. Decirle “Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho” fue la evidencia de aquel arrojo. Estaba claro que para Bolognesi la vida de todos los días había pasado a un estadio inferior por la defensa de la patria. Ello queda indeleble cuando le dice a su esposa María Josefa en aquella memorable epístola de amor semanas antes de la Batalla de Arica: “Nunca reclames nada, para que no crean que mi deber tuvo precio”. Estaba claro que Bolognesi yacía en otra dimensión de la axiología social. Pero era humano como todos, por eso también le dice a su esposa: “¿Qué será de ti, amada esposa, tú que me acompañaste con amor y santidad?, ¿Qué será de nuestra hija y de su marido, que no me podrán ver ni sentir en el hogar común?”. Sus inevitables preocupaciones humanas pusieron al descubierto que no se trataba de un apasionado o desenfrenado sino del más racional y cuerdo ser cargado de imperturbable amor a la patria. El episodio de Arica jamás será visto como una derrota. Bolognesi nos legó verlo como la victoria de la dignidad nacional. 

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