En el derecho constitucional comparado, el titular del poder legislativo goza de características singulares. Quizá la más saltante se aprecia en el Parlamento británico, más conocido como Westminster. El speaker es su titular nombrado por la mayoría y se convierte en su representante imparcial. El miembro del parlamento electo para dicha responsabilidad es “arrastrado” simbólicamente por sus pares hasta ocupar su asiento. Una costumbre que recuerda que varios de sus antecesores fueron decapitados en tiempos de Enrique VIII, lo cual significa que no es un cargo deseado a pesar de las apariencias. También recuerda que los mejores líderes son aquéllos que se resisten a ocupar altos cargos políticos. Les agrada y acomoda una ocupación más intelectual que el ejercicio de un liderazgo administrativo y gubernamental.
La duración de la presidencia en las asambleas parlamentarias de Europa continental suele ser la misma que el tiempo de la legislatura, ello permite desarrollar una experiencia para el manejo de las sesiones del hemiciclo y conocer el momento de tomar las decisiones en el pleno. En el Congreso peruano, la presidencia ocupa la máxima representación y se renueva cada año. Una posición apetecible de alcanzar para todas las fuerzas políticas. En cualquier caso, la titularidad del legislativo siempre debería ser ocupada por los representantes con mayor experiencia y trayectoria política. La no reelección inmediata de congresistas complica la formación de cuadros para el desempeño de esa importante labor, sumado a su corta duración no favorece la continuidad del trabajo iniciado y tampoco el futuro legado para su inmediato sucesor.