Quedan menos de dos semanas para las elecciones del 6 de junio. Aunque estamos en el país donde todo puede pasar, en este momento el candidato Castillo es quien lleva la ventaja. Y esa ventaja la lleva incluso a pesar de errores inconmensurables por parte de miembros de su partido (como las declaraciones del congresista electo Bermejo) y de su propia insuficiencia para lidiar con ellos.

Pero atacar desde el miedo ha comprobado no ser la estrategia más efectiva para el entorno de Keiko Fujimori. Percibir como (o peor, llamar) ignorante al que no piensa como uno es la peor manera de persuadirlo. Quien vota distinto a uno no lo hace porque odia al Perú ni porque quiere convertirse en Venezuela. Emite un voto desde una realidad muy personal que hay que respetar (Ojo: ese mismo respeto debe practicarse en ambos sentidos).

Por eso, en los días que quedan hasta el 6 de junio, el discurso de todos aquellos que apoyamos Keiko Fujimori debería concentrarse en todo lo bueno que traería un gobierno suyo para el país -ya hemos escuchado suficiente de todo lo malo que traerá un gobierno de Perú Libre. Toca -hace rato- oír propuestas de verdad, con sustancia y viabilidad, que puedan ofrecer a los peruanos algo en qué creer más allá de “no somos ellos y eso nos hace mejores”. Ya quedó claro que no es así de simple.

Quedan dos semanas duras. Las más difíciles de la campaña, posiblemente. Pero todavía no es demasiado tarde. Es hora de que la propia Fujimori contribuya a vislumbrar, desde ya, esa realidad de un mejor Perú que ella dice representar.