A juzgar de lo que ofrecen los candidatos presidenciales, los problemas de la educación peruana se resolverían si logramos que todos los alumnos tengan tabletas y acceso a Internet, algo así como antes se decía que todos los alumnos deben tener lápices, cuadernos y textos. Así mismo, si el estado dedica el 6% o más del PBI a la educación.

No han tomado nota que el estado ha gastado miles de millones de dólares en préstamos inútiles con organismos internacionales y en asesorías que solo han dado vueltas en trompo al mismo modelo ineficaz. No han reparado en que aún en colegios que tienen estas tecnologías la educación escolar ha devenido en irrelevante y desmotivante. Los alumnos, en su mayoría, se dedican a sobrevivir la vida escolar.

Los candidatos no se han enterado que ya hay Internet y que en los teléfonos celulares hay infinitas operaciones digitales que superan largamente las que puede hacer la mente y memoria humana sea en matemáticas, análisis literario o idiomas. No se han enterado que hay robots, software y sistemas automáticos que están desplazando a las personas de sus ocupaciones habituales. Desconocen que el éxito de un estudiante pasa por el cultivo de sus fortalezas particulares cuyo enemigo principal son los estándares y el curricular único para todos. No han logrado imaginar un ministerio de educación que en lugar de hacer densos reglamentos y protocolos tendientes a controlar y sancionar se convierta en una fuente de inspiración para la continua innovación pedagógica.

De modo que habrá que esperar al 2026 para despertar de esta larga parálisis educativa.