“Somos parte de la humanidad y la muerte de cualquier hombre nos disminuye. Por eso, jamás hay que preguntar por quién doblan las campanas, están doblando por ti”, decía el poeta inglés John Donne.

Es cierto. Por eso, las muertes de casi 50 peruanos nos afecta y disminuye a todos. Por eso, el clamor de la gente es que se termine toda esta ola de violencia y convulsión. “¡Basta ya!”, es un grito unánime.

Hace poco la presidenta Dina Boluarte pidió perdón por las muertes, defendió su puesto y emplazó al Congreso a que adelante la votación para confirmar el adelanto de elecciones.

La mandataria parece haber comprendido los alcances de su responsabilidad y los afronta decididamente para cumplir cuanto antes lo que exige la  mayoría de peruanos: “Que se vayan todos”. Por ejemplo, la última encuesta de Datum, el 52% de peruanos pide que el adelanto de elecciones se realice este año, así sea con pocas reformas. En el interior del Perú la cifra es mayor (56%).

En tanto, el Congreso, como tantas veces, da claras muestras de estar desvinculado de la realidad. No es consciente que casi el 90% de peruanos lo desaprueba. A sus integrantes lo único que les interesa es alargar su permanencia e impulsar sus reformas para satisfacer sus propios intereses. Creen que parte de su ejercicio político es instalar una idea propia como si fuera algo real y hacer pasar su punto de vista como una verdad incontestable. Están convencidos que con la bicameralidad, la reelección de congresistas, etc. se solucionarán los problemas del país. Aseguran que con ello los futuros representantes de la Patria serán mejores en calidad política y moral, algo que es parcial o definitivamente falso cuando se lo confronta con los hechos.

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