Se ha convertido en una tendencia comparar las cifras del coronavirus del Perú con Chile. Siempre hemos tenido la tentación de compararnos con el país sureño, y de hecho hemos tenido un gen competitivo alimentado por generaciones. Pero cuando hablamos de salud, e incluso de educación y civilidad, tal vez sea un despropósito hacer la comparación.

Es verdad que el número de contagios es mayor en Chile, pero la mortalidad del Covid-19 es mayor en el Perú. El argumento más repetido para explicar este desfase ha sido el número de pruebas moleculares aplicadas en cantidades superiores en Chile. Y no carecen de razón los que indican esto. Sin duda es un factor fundamental. Pero hay otros factores.

Hace no mucho, antes de que se sepa del coronavirus, todos vimos con asombro cómo buena parte de la población chilena puso contra las cuerdas al gobierno de Piñera por los reclamos por la educación. Y muchos ponderaron el ejemplo y madurez ciudadana de un país que, mejor educado que el nuestro, por ejemplo, se compraba los pleitos y hacía valer sus derechos. Pues no es de extrañar que una ciudadanía que es capaz de tomar conciencia de un asunto tan prioritario como la educación, tenga de manera general una mejor reacción social ante la pandemia.

Otro asunto que olvidamos es el presupuesto altísimo -en comparación a sus pares latinoamericanos- que destina Chile a la salud. Tiene, después de Cuba, el presupuesto más alto en la región. Su sistema de salud es sólido y, por ende, listo para dar mejores respuestas que el resto ante la llegada de casos de coronavirus.

Y, finalmente, está la idiosincrasia social. Aunque parezca sencilla la frase de Vizcarra, es cierto: la disciplina ayuda mucho más a la ahora de afrontar la pandemia. ¿El peruano promedio tiene la misma disciplina y apego a las normas que el chileno? Por supuesto, aquí también volveríamos al tema de la educación. Y es que una cosa va con la otra, siempre.