En las últimas semanas se ha comentado con preocupación el caso de una estudiante que el 29 de mayo fue a su colegio sin saber que sería víctima de un peligroso reto viral de TikTok. Se le diagnosticó muerte cerebral tras ser presionada a ingerir pastillas de clonazepam, y finalmente murió el 31 de mayo. Igualmente hay preocupación por el aumento de casos de acoso y agresión escolar (bullying) motivados, entre otros factores, por el enclaustramiento de los niños, niñas y adolescentes durante la pandemia del COVID 19. También se ha expresado la necesidad de que los colegios y los hogares estén más cerca de los alumnos: nuestros hijos e hijas de hoy. Por esto es indispensable fortalecer su bienestar socioemocional y la tutoría escolar.

Tutoría escolar como servicio educativo de seguimiento cercano -íntimamente vinculado al desarrollo curricular- para favorecer el desarrollo cognitivo -intelectual, así como la salud física, mental y social de los educandos. Por eso, entre otros, debemos estar atentos a las “conductas de riesgo” tanto en el plantel como en los hogares, tales como: consumo de drogas (alcohol, tabaco, marihuana, ansiolíticos no medicados); ausentismo y participación en peras malogradas; relaciones sexuales precoces y sin medidas de protección; trastornos de alimentación como anorexia, bulimia, etc.; y pertenencia a grupos antisociales, pandillas y grupos en redes.

Es indispensable la participación cercana de tutores y padres de familia, entre otros actores. Y llegar a la meta mínima de 15 mil psicólogos escolares al 2026, para lo cual el Ministerio de Economía debe dotar los recursos, en el marco de la Ley Antibullying -2011. Igualmente implementar lo anunciado ya por la ministra de Educación: la unidad orgánica y luego la Dirección Nacional de Tutoría del ministerio de Educación, irresponsablemente eliminada el 2015.