El escritor inglés Samuel Butler, conocido por su sátira utópica, señaló muchos años atrás que, si en el mundo no hubiera más tontos que picaros, los picaros no tendrían de quien aprovecharse para vivir. Nuestra sociedad y nuestra política, especialmente, está llena de una variedad de personajes astutos e ingeniosos, muchos de los cuales la utilizan para beneficiar sus intereses de manera retorcida y oculta. Bribones, granujas, picaros, bellacos: ¡ladinos!

Un gobierno nacional presidido por un presidente sindicalista, poco instruido pero muy astuto, con escaza capacidad para gobernar pero con un alto nivel de politiquería de “plazuela”, que ejecuta con mejor maestría que la intención de resolver los graves nudos de la administración y servicio estatal, acompañado de un premier que permanentemente se tropieza más con la lengua que con los pies, nos llena los días y las semanas de confrontación: ataca, se victimiza, miente, se refugia en la imagen de campesino humilde para tratar de hacer empatía con los millones de esforzados pobladores rurales de nuestro país y sigue atacando, en una perfecta sinfonía de destrucción.

Lo cierto es que, en lugar de tener un “líder” conduciendo las riendas del país, al menos uno que inspire, que convoque, que convenza y que utilice el dinero que todos los peruanos producimos y ponemos en el arca estatal, tenemos a una persona ladina que se ha dedicado a copar las instituciones públicas con personajes allegados a su familia, a su pueblo, muchos de ellos con serios cuestionamientos de todo tipo, disputando el dinero público a través del otorgamiento de obras dudosamente asignadas, saltándose toda normatividad legal y ética, como si se tratara de un verdadero botín, exponiéndose a nada menos que seis investigaciones fiscales en su contra. Lo cierto es que, en el Perú, el presidente de la Republica no es un perseguido de nadie, salvo de las consecuencias de sus propios actos y de su conciencia.

A tan solo un año de su gobierno, el presidente del Perú es un investigado del Ministerio Publico y de la justicia, por liderar una presunta organización criminal. Punto. Ladino, ¿no?