¡Liberen a Nadine!
¡Liberen a Nadine!

Desde el sábado 8 de marzo, Nadine Heredia no asoma públicamente su polémica naricilla para intervenir en asuntos de Estado. Nada nos dice que no lo esté haciendo en privado, pero la prudencia con la que actúa en las últimas tres semanas quizás sea la primera evidencia de una dura lección aprendida: lo que un día fue celebrada por muchos como una participación positiva al lado de su esposo, hoy no lo es más. Tres encuestadoras ratifican que, cuando menos, dos tercios de peruanos rechazan su injerencia en el Ejecutivo. Y la crisis que amenazó al gabinete Cornejo en el Congreso probó que a este se le hacía imposible armar una mayoría que le permitiera mantener las cosas como hasta entonces.

Así, Ollanta y Nadine constataron por las malas que estaban muy cerca de tocar fondo. A diferencia de otros analistas, nunca he departido con Heredia, por lo que no tengo una impresión de primera mano con respecto a su sesera política, pero mal haría en subestimarla. Gruesos errores como atizar los temores de una "reelección conyugal" en proceso –la misma que se animó a desmentir tardíamente– o defenestrar al premier César Villanueva, la ubicaron en el centro del disparadero, lo que la convirtió en el objetivo favorito de quienes advertían los peligros de un poder fuera de todo marco institucional.

Por cierto, es una derrota que no debería alegrar a sus competidores políticos. La caída de la pareja presidencial en los sondeos no ha significado el ascenso –al menos todavía– de ninguna otra figura, sea esta Keiko Fujimori, PPK o Alan García. Sí creo relevante observar el papel de los medios en esta coyuntura. Y en ese campo parece haber una desorientación galopante.

¿Cómo se explica que luego de exigir por largos meses un rol acorde con el papel de Primera Dama, no haya una sola presentación del premier Cornejo donde la prensa no indague sobre qué hace Nadine y qué dice o piensa sobre el tema? ¿En qué quedamos? Claro, siempre habrá quienes en el oficialismo –como Omar Chehade– anuncien viajes y activismo político resucitando la "reelección conyugal". Sin embargo, más allá de las especulaciones, a Nadine le asiste el beneficio de la duda: peor será que se convenza de que nada de lo que diga o realice será bien visto por la oposición y los medios, y entonces deshaga el camino que, al parecer, ha emprendido para no restarle méritos a su marido. No se trata de dejar de fiscalizar, sino de liberarla un poco del inmenso peso de ser el principal activo de su partido y del Presidente.