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Hace exactamente una semana Luis Miguel, el popular cantante mexicano, ofreció su único concierto en Lima en medio de gran expectativa. No llegaba a la capital peruana desde hace seis años y esta vez su visita era especial. Tras una larga temporada en la que su carrera no pasaba por su mejor momento, una serie de televisión lo devolvió al exclusivo ranking de los mejor pagados y también lo ayudó a recuperar ese estatus de “divo” que quizás había olvidado. Fue así que el intérprete, ante un aforo de más de 20 mil espectadores, apareció la noche del 10 de marzo en el escenario con todas esas ganas de reafirmar su leyenda de superestrella en el show business. Y vaya que el cantante, desde que inició su recital, remarcó esa diferencia. Apenas terminó de interpretar la primera canción, ya estaba llamando la atención a sus músicos con muecas, gestos y movimientos de brazos porque, según él, no estaban sonando a su gusto y ritmo. Esto se prolongó casi hasta la mitad del show, que tuvo su clímax cuando, ante su incomodidad, se sentó en una silla, dejó de sonar la música y él no quería cantar. Se tocaba la cabeza, reía y amenazaba con seguir con el engreimiento, pero finalmente recuperó la cordura y continuó con el show, que para muchos de los que no son sus incondicionales se convirtió en un karaoke y no en un concierto con todas las de la ley en que el artista hace lo que debe: cantar. Las fans, felices de interpretar la mitad del tema ellas y la otra su ídolo, pero quienes fueron a escucharlo con la intención de disfrutar de su registro vocal se quedaron a medias y fueron los que empezaron a comentar y escribir en redes sociales que Luis Miguel estaba acabado, que ya no canta. Pero eso tampoco es cierto. El intérprete, de casi 49 años (los cumple el 19 de abril), cuando quiere se luce y sorprende con ese registro que mantiene intacto; sería mezquino decir lo contrario. Cuando deja de lado las pataletas y el exceso de hacer cantar al auditorio, el mexicano demuestra que sigue siendo el gran intérprete que tras 40 años de carrera sigue recorriendo el mundo. Lo hizo con los boleros acompañado solo del piano, o cuando acompañado del saxo se mandó un solo con el que buscaba lucirse. Tras una carrera que inició de niño, el artista no tiene que demostrar ya nada a nadie, pero quizá lo que debería hacer es ajustes a su performance sobre el escenario, regular la participación del público en sus temas más populares y no interpretarlos a medias. Lo que sí podemos asegurar es que hay “Sol” para rato.