Que el Ejecutivo necesita ser fiscalizado in extremis, qué duda cabe, son los que manejan el dinero, que no debe derrocharse en los Swing o en los Odebrecht. De otra manera no se justificaría la existencia de un Parlamento, para que legisle y fiscalice.

Pero cómo conseguimos que se fiscalicen los fiscalizadores si, como un informe periodístico ha revelado, solo la directiva del Congreso derrocha 300 mil soles mensuales en asesores. Los cuatro miembros de la directiva tienen 46. ¿Tan poco saben estos señores que dirigen el Congreso que necesitan ser asesorados por tantos profesionales? Quizá deberíamos haber elegido a los asesores y no a los asesorados, para desempeñar esa función que tanto nos cuesta. Nos saldría más barato.

Las elecciones generales las tenemos encima, si la campaña no ha tomado forma todavía es por la emergencia en que estamos. Ya nos hemos referido al círculo vicioso que forma la calidad de electores y elegidos, mejor dicho, que peras al olmo no le podemos reclamar.

Pero hay un detalle adicional, por más cultos y preparados que tengamos a los electores, asegurando mejor criterio para elegir, no cambiará mucho si es que no mejora la oferta de candidatos. Y esta oferta sigue en manos de partidos o movimientos políticos que aparecen sólo para los periodos electorales. Pocos están en condiciones de acreditar años de militancia y probada vocación de servicio público y democrático.

Casi siempre terminan en el menú electoral una fila de desocupados, charlatanes, y avivatos que se aventuran a comprar un billete de lotería. Esos son los que, por cuestiones de calidad, necesitan un ejército de asesores para que les hagan la tarea. Si el menú (la oferta electoral para escoger) sigue siendo elaborado como hasta hoy, por los “dueños” y caciques de los partidos (los que ponen el billete), no avanzaremos en nada.