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La basura tiene dueño, casi nadie lo conoce, es casi fantasmal. Sin embargo, aunque pueda parecer etéreo, tiene suficiente fuerza y entidad como para impedir que los proyectos de privatización del sistema de recojo de la basura lleguen a buen puerto. Buena parte de las ciudades modernas del mundo se benefician de empresas privadas que asumen todos los gastos del complicado proceso de mantener limpias las calles y centros urbanos o industriales. La idea básica es que son empresas que se financian gracias al reciclaje de materiales como el vidrio, plástico, papeles y cartones, metales y desechos orgánicos (los que se pudren o degradan con la exposición al ambiente). En Piura, y lo mismo debe haber ocurrido en otras capitales provinciales del país, solo el año pasado se presentaron ante la municipalidad dos empresas interesadas en el manejo de los desechos. Entregaron sus proyectos y propuestas, los expusieron, pero los pasearon hasta que se aburrieron, pese a que el recojo de la basura siempre está en crisis, con las calles llenas de basurales y desmonte, sin camiones recolectores ni personal suficiente para esas tareas. No les interesó porque el negocio sí funciona, lo que no funciona es la limpieza de la ciudad. No es difícil observar a las salidas de la ciudad la presencia de acopiadores de basura en los alrededores del relleno sanitario. La sociedad entre funcionarios municipales y los recicladores es un negocio redondo si ellos no gastan en el pago de obreros ni de vehículos recolectores, eso lo costea la municipalidad; es decir, nosotros los vecinos, y aquellos se la llevan completa. Por eso es que no les conviene que empresas privadas se asocien con las comunas y se encarguen, más eficientemente, de mantener limpia la ciudad. Veamos si alguien se atreve a romper con estas mafias.