Cada cierto tiempo, las autoridades de los gobiernos regionales lloran ante el Ejecutivo para que les brinde más facultades administrativas, acusando al centralismo mañoso de cortarles las alas del crecimiento. Sin embargo, cuando ocurren desgracias tipo la aparición del dengue, los incapaces recurren al gobierno central para su solución. Frente a eso cae la pregunta: ¿es bueno el proceso de descentralización?

La salud, la educación, el transporte, la minería, entre otros sectores ya son controlados por los gobiernos regionales, que mantienen cierta autonomía administrativa para promover su desarrollo. Lamentablemente, no consiguen su independencia por falta de experiencia técnica para situaciones complejas. Es decir, solo en abundancia desean tener el control, mas no frente a problemas que rebasan su capacidad de reacción.

En algunas regiones, como Puno, la educación está siendo utilizada como una herramienta política que dinamita el cerebro de la niñez. Por ejemplo, que los escolares llamen asesina a la presidenta, creer que su región no es parte del país, que la lucha social combate al gobierno, entre otros aspectos irracionales, da qué pensar. Me pregunto si eso es parte del proceso de regionalización. Y la respuesta es no, definitivamente.

En Arequipa, el gobierno regional acaba que comunicar el usufructo de 12 207 hectáreas que estaban destinadas a su explotación cuprífera por parte de la minera Zafranal. De esta manera, se tumba una inversión de 1263 millones de dólares, parte del plan Con Punche Perú que impulsa el gobierno central. Esa decisión es parte de la autonomía regional. Pero, les apuesto que si hay un conflicto social, lo primero que harán es llamar al Ejecutivo para que lo resuelva.

Esta es la realidad del proceso de descentralización de facultades. No obstante, nadie se atreve a comerse el pleito y debatir qué sectores pueden o no ser manejados por los gobiernos regionales.