“Los políticos mienten por la misma razón que los perros se lamen los h..., porque pueden”, es una frase que escuché en la serie hace tiempo en la serie de televisión “Sex and City”. Me acuerdo de ello hoy que los congresistas hacen lo que quieren en el Perú y no tienen ningún contrapeso. Siguen perdiendo imagen y respaldo a causa de escándalos, componendas, repartijas, investigaciones, procesos judiciales y una absoluta incapacidad de servir a la gente , pero no pierden poder. Estos creen que el pueblo no les delegó responsabilidades con su voto y que solo consiente lo que hagan.

Su nivel es penoso. No asimilan la gravedad de la crisis del país, que está incrementando la pobreza y el hartazgo de la gente por la falta de respuestas frente a la recesión económica y la inseguridad ciudadana. Y encima han dado otra muestra de desprecio por sus representados al recibir un bono de casi 10 mil soles cuando la mayoría de peruanos sufre por llevar un sol a su casa. No es raro entonces que el 91% de nuestros compatriotas desapruebe al Parlamento, según la última encuesta de IEP. Pero esto no les interesa, la identificación con el poder sin límites los une, los fortifica y podría decir que hasta los multiplica. Por eso aprobaron la Bicameral y ahora van por los movimientos regionales. Quieren eliminarlos para estar solos. Sus agrupaciones quieren monopolizar la candidaturas en 25 regiones, 196 municipios provinciales y mil 634 distritales.

“Los movimientos regionales solo han traido corrupción”, escuché hace poco de boca de un congresista. ¿Y en los partidos nacionales no hay corrupción? ¿De dónde son los “mochasueldos”, “niños”, violadores y demás rapaces?

Alguien decía que de cada crisis profunda se sale con nuevos actores políticos. Eso no sucede en el Perú, donde siempre circulan los indeseables, quienes no dejan espacio para los mejores. Por supuesto, no sirve la trillada consigna de “cierren el Congreso”. Es lo mismo que pensar que la fiebre desaparece porque se rompío el termómetro. En esta situación política, sin reformas ni verdaderas instituciones políticas, habrá cambios de nombres, pero todo seguirá igual.