Está claro que los grandes perdedores de este tira y afloja entre el Ejecutivo y el Congreso son los grupos políticos Acción Popular (AP) y Alianza para El Progreso (APP), que evidencian una falta de liderazgo y la prioridad de sus intereses particulares por encima de la unidad partidaria.

Aunque haya salido en conferencia de prensa a despotricar del gobierno de Pedro Castillo, María del Carmen Alva, la titular del Legislativo, es la primera gran perdedora de este choque de poderes. Nadie le hace caso a la interna de AP, plagada de “niños”, y la conducción de la mesa directiva va a la deriva.

Si 13 de 15 piensan distinto dándole el voto de confianza al gabinete Torres, entonces AP no es un bloque de oposición sino de compadrazgo con Perú Libre. De ese modo, considero que Alva es una extraña en su bancada, y queda como una disidente en su grupo, que no se alinea a los intereses partidarios.

El segundo gran perdedor de la faena es César Acuña Peralta, dueño de APP, quien al no lograr la votación unánime de su grupo parlamentario permitió confirmar que no todo es dinero, y que a diferencia de un líder, a un patrón se le puede rebelar el ganado. Ya Chiabra y Echaíz se han emancipado.

El secretario nacional de APP, Luis Valdez, dijo días antes que Pedro Castillo no podía seguir en el cargo de jefe de Estado, y que esa era la postura de su líder César Acuña. Luego, este último pidió a sus congresistas que le den la confianza al nuevo gabinete. ¿Cómo sus legisladores pueden hacerle caso?

Triste es ver a un Congreso hacerse el fuerte y desinflarse en el papel. No solo muestra torpeza productiva, sino que ahora la mayoría de sus integrantes son vistos como parte de un elenco circense. Es verdad, el gobierno muestra inexperiencia, pero ahora está más claro que el Legislativo camina a la par.