La dirección de las relaciones internacionales es una competencia presidencial que se ejerce dentro y fuera del país. El Estado cuenta con diplomáticos alrededor del mundo para cumplir con la política de relaciones exteriores. La decisión presidencial para salir del país surge por diversas circunstancias: una cumbre de jefes de Estado iberoamericanos, la firma de un tratado, hasta acudir a la juramentación de un nuevo presidente. Son motivos razonables para salir del territorio tras solicitar la autorización parlamentaria. La presencia del jefe de Estado resulta justificada y su ausencia llamaría la atención. En resumen, la Presidencia de la República estará presente cuando corresponda.

Otra razón que justifica un periplo presidencial internacional es acompañar a una delegación de empresarios para estimular la inversión extranjera. Su respaldo y compañía debe acreditar a los visitantes un marco jurídico que estimule y garantice la movilidad de capitales hacia nuestro país. Para casos extremos, también podría encabezar una comisión gubernamental para solicitar a estados del primer mundo una misión de especialistas que brinde asistencia para el mejoramiento de los servicios estatales de seguridad, salud y educación. Una iniciativa que bien podría tramitarse a través de nuestros embajadores, salvo que la presidencia desee “abanderar” una política de Estado que considere prioritaria. Para todo lo demás, deben cuidarse de salir del país por razones frívolas o para contemporizar con nuestros vecinos sin razón y motivo que lo justifique, o que no redunde en el interés general y bien común ciudadano. En tiempos difíciles, se necesita un ejecutivo presente y por delante de los problemas.

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