Pareciera que el propósito de Putin es exacerbar los separatismos en la región. Sí, allí donde se conoce que las inestabilidades políticas y económicas como es el caso de Moldavia, el país más pobre de Europa con sólo 3 millones de habitantes, ha sido una regla durante los últimos años debido a la amenaza secesionista, Moscú cree encontrar el contexto ideal para afirmar dicho separatismo como el que acaba de lograr con Crimea anexándola ilegalmente. Un juego de doble filo que le puede salir muy caro si miramos el contexto internacional que se va creando tras lo sucedido con Ucrania.
Ubiquemos el asunto. Moldavia, que no pasa de los 33,800 km2, es una de las 15 repúblicas que apareció en el tablero geopolítico luego de la caída de la Unión Soviética en 1991. Aunque en la actualidad no limita con Rusia porque lo hace con Ucrania al este, Moscú no ha ocultado su interés en controlar la región de Besarabia, donde yace geopolíticamente Moldavia, que desea ingresar en la Unión Europea, al igual que Ucrania para tener acceso al libre mercado de trabajo.
Su gente en realidad está más preocupada en obtener un pasaporte rumano, con el que limita al oeste, que pensar en una anexión; además cuenta, en la otra orilla del Dniéster, el río que separa a la mayoría del pueblo moldavo con su capital Chisinau de Cisdniéster, con una pequeña región separatista donde su población es mayoritariamente rusa y ucraniana y que al desmembrarse la URSS no estuvo de acuerdo en ser parte de Moldavia y la enfrentó en una guerra civil por dos años.
¿Cuál es, entonces, el interés de Moscú sobre Cisdniéster que ha hecho que el propio Putin lo plantee a Obama en un diálogo que estaba reservado exclusivamente al asunto de Crimea? Es evidente que Rusia, que concentra en la región separatista desde 1993 unos 2000 soldados, busca a como dé lugar que Cisdniéster sea finalmente anexada a Moscú, algo que en 2006 quiso lograr a la luz de un irregular referéndum donde la población prorrusa digitada por Moscú votó por su incorporación al país no contando desde entonces con reconocimiento internacional, tal como acaba de pasarle a Crimea donde las Naciones Unidas ha votado invalidando su anexión a Rusia.
No cabe duda que Moscú no solo quiere ganar ese territorio para guardar los arsenales que mantiene en la región, sino porque la pequeña Cisdniéster, con más de medio millón de habitantes, ha sido siempre una puerta de entrada para Rusia hacia los Balcanes y el sur de Europa; además, Moscú desesperadamente busca impedir que Moldavia afirme su asociación con Rumania, y por tanto con la Unión Europea y en consecuencia con la OTAN, es decir, gire hacia Occidente.
Ello explica por qué Putin ha creado la tesis del supuesto bloqueo de Ucrania y Moldavia sobre Cisdniéster, lo que ha sido negado por Estados Unidos, que apoya la integración y la unidad de los dos territorios separados por el referido río Dniéster. Washington acaba de hacer un fuerte desembolso con el único objetivo de que Moldavia pueda reforzar la seguridad de sus fronteras.
Mientras tanto, este país que depende de las remesas de más de un millón de sus ciudadanos que viven fuera, sufre la vulnerabilidad multiétnica que Rusia quiere aprovechar y con el cual busca irritar más aún a Washington valiéndose de su ventaja geopolítica en la región al desestabilizarla promoviendo la independencia de la región ucraniana de Donetsk, cerca de la frontera con Rusia, lo que al final puede serle más riesgoso, pues las sanciones tienen un impacto real y efectivo.