El pasado jueves 6 de julio fue el día del maestro peruano. En las instituciones educativas  públicas y privadas alumnos y padres de familia expresaron su afecto y reconocimiento a alrededor de 56O mil educadores de Inicial, Primaria y Secundaria, Educación Básica Alternativa y Centros de Educación Técnico-productiva. Ha sido una fecha de reflexión y valoración de la compleja tarea educativa que desarrollan los colegas profesores.

Es un craso error creer que cualquier profesional con una capacitación pedagógica está en condiciones de asumir una docencia de calidad. La formación de los educadores requiere cinco años en institutos y escuelas de formación pedagógica y facultades de educación, así como capacitaciones y actualizaciones en el marco de una formación continua. Y es que el maestro no es un simple guía, es mucho más: es un “mediador pedagógico entre el currículo y los estudiantes” en los diferentes espacios sociales, físicos y simbólicos. Su persona, además de orientadora y facilitadora, tiene que encarnar en su desempeño pedagógico las competencias educativas, las capacidades mentales y motoras, los conocimientos en acción, así como los valores y actitudes del área curricular que enseña, en concordancia con la misión  de la institución de enseñanza.

El maestro no es un modelo en el sentido que colinda con la perfección. Es un ser humano con fortalezas y dificultades, pero debe tener liderazgo educativo. Y “es que a partir de lo que es como persona” desarrolla su misión educadora en un contexto de eficacia, creatividad, recuperación  e inclusión.

Es propicia la ocasión para recordar que el año 2018 cuando ejercía el cargo de ministro, en una presentación de experiencias educativas al papa Francisco, su asesor al momento de presentarme, dijo que el suscrito era un maestro de aula a lo que su santidad expresó: entonces, es un maestro del alma. Y es que los colegas docentes peruanos son, efectivamente, “maestros del alma”.